Los términos y condiciones de las cosas: un extraño futuro

  • octubre 30, 2014
  • Jorge Morell Ramos

TyC_cosas

Cuando tu cepillo de dientes tenga política de privacidad

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¿Cuántas veces leemos los términos y condiciones de un servicio o producto popular como Facebook o iPhone? Al parecer, viendo los estudios, no demasiado. Principalmente por su extensión y complejidad. Sin embargo, viendo el reciente ejemplo de la cesión del primogénito al aceptar las condiciones de una wifi pública, parece que tampoco leemos las políticas cortas y poco complejas. Vaya, que nos hemos inmunizado a esos documentos conocidos como términos y condiciones.  

 De modo que, sean largos, cortos, fáciles, complejos, divertidos o aburridos, no parece que los leamos. Ahora bien, nos sigue molestando (con razón) que inesperados cambios en las condiciones nos sorprendan para mal o que un nuevo servicio se ponga en plan abusón a través de ellos. No nos gustan esas sorpresas.

 Pues bien, hay malas noticias, esto no ha hecho más que empezar y lo que está por venir es infinitamente superior a lo actual.

 ¿A alguien le suena el Internet de las Cosas? Se entiende como ese concepto según el cual objetos cotidianos, desde una maceta, pasando por una taza de café y acabando por el pomo de la puerta, estarán de forma directa o indirecta conectados a Internet. Según Gartner, en 2009 había menos de 1.000 millones de objetos conectados a Internet, para 2020 espera 26.000 millones. Casi 4 veces la población de la Tierra.

La inmensa mayoría de esos objetos formarán parte de nuevos productos y servicios que captarán nuestros datos y los del entorno (muchas veces un entorno bastante íntimo). Captación de datos cuyos usos, finalidades y prácticas necesitarán de regulación propia. Exacto, más términos y condiciones.

Por tanto, si hoy en día ya es mayúsculo el volumen de regulación alternativa que está en circulación, cuando el Internet de las Cosas esté un poco asentado, ¿5 años vista?, el número de documentos legales a los que no haremos caso pero que inundarán nuestro día a día será impresionante. Así que el número de obligaciones que seguiremos asumiendo sin prestar atención se disparará por las nubes.

¿Ciencia ficción? No, realidad presente. Ciertamente todavía dando sus primeros pasos. Pero parece que en poco más de 5 años comenzará a tener una presencia más que respetable. Vayan por delante algunos ejemplos ya existentes.

Vestibles o wearables como los relojes inteligentes, cuyo tamaño de pantalla presentará un interesante desafío para mostrar los términos y condiciones con unos mínimos de claridad. Sigamos con la gafas inteligentes como Google Glass. Una TV. ¿Y una nevera? Sumemos un termostato (por el que Google pagó más de 3.000 millones de dólares este año). También una taza. Claro, el cepillo de dientes. ¿El pomo de la puerta? ¡Sin problema! Obviamente nuestro coche. El casco de la moto. Tu cama. Un tatuaje. Una bombilla. La cartera. Y ya que estamos, la casa por completo. ¿Sigo? 😛

Creo que la tendencia debería ser obvia, los objetos van a conectarse a Internet, lo que en múltiples situaciones será fantástico. Ahora bien, legalmente eso supondrá vertientes numerosas y nuevas. En materia de términos y condiciones generará un crecimiento exponencial de esta regulación «alternativa» cada día más (omni)presente, uniforme, de veloz ejecución y mayor cambio, aunque de escasa transparencia y seguridad jurídica. Pero a la que en cualquier caso seguimos sin prestar especial atención.

¿Quizá cuando los tengamos a la entrada de casa lo hagamos? Veremos.

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