¿Es posible innovar en el sector jurídico? Una experiencia en 1ª persona

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Surgió una oportunidad y la perseguí. Aunque falló

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Richard Susskind, seguramente el referente mundial en innovación dentro del sector jurídico, tiene una frase, ya antigua, que siempre me ha gustado mucho:

«La abogacía cambiará más en los próximos 20 años que en los últimos 200».

La frase tiene mucha fuerza, y resulta un buen reflejo del lugar del que venimos y quizá de aquél al que vamos.

Para cualquiera que se mueva en este sector, es obvio que la abogacía no es ni ha sido muy proclive al cambio. Presenta y mantiene una estructura muy sólida, rígida incluso. Algo en buena parte lógico ya que al fin y al cabo es un operador clave en un elemento tan importante como la administración de Justicia, y ésta requiere de estabilidad y seguridad.

Ahora bien, la posición de casi privilegio y exclusividad que históricamente la abogacía ha mantenido respecto a un conocimiento fundamental como son las leyes y su interpretación, algo que afecta significativamente a todos por igual, seguramente favoreció una situación de cierta complacencia y incluso desinterés por adaptarse al otro, el ciudadano. Uno podría pensar: «Si al fin y cabo yo soy de los muy pocos que sabe de la materia y sí o sí deben acudir a mí, tampoco hace falta cambiar mucho lo que funciona, ¿no?»

Ahí quizá tengamos los últimos 200 años.

Se habla entonces de los próximos 20 años, ¿pero qué pueden tener de especial? La clave parece radicar en que el control exclusivo sobre la materia jurídica se está comenzando a deshacer. Es decir, ya no son los pocos abogados de la ciudad los únicos a los que se puede acudir para conseguir un contrato de arrendamiento o conocer las últimas novedades tributarias. De hecho, ya no hace falta ni acudir a uno, basta teclear unas palabras en Google. Obviamente eso rompe y mucho el esquema, y el gran responsable en la democratización del acceso al conocimiento jurídico, al margen del canal clásico, ha sido y es Internet. Y si bien esa filtración en la pared quizá sea todavía tímida e irregular, se mueve bastante más rápido que a lo que está acostumbrado el sector.

Comienzan aquí los cambios vertiginosos y seguramente los próximos 20 años.

Y supongo que comienza aquí mi historia, también.

Interesado en el Derecho por ser quien establece las reglas del juego, atraído por la abogacía clásica en su vertiente más romántica (nunca se me dio bien procesal :p), amante de la informática desde joven y dibujante precoz ensimismado en las múltiples expresiones del Arte y su historia.

A ello se suman una primera y joven aventura empresarial llena de fracasos y lecciones, un breve intento por acoplarse al redil, años de estabilidad y crecimiento, el inicio de un hobby que se convierte en reconocimiento y una oportunidad para convertir el deseo en realidad.

Esa oportunidad, fallida, comenzó en marzo de este año y finalizó a mediados de julio. ¿Breve? Sí ¿Intensa? También.

¿En qué consistía? En llevar «Términos y Condiciones» al paso más allá que después de 3 años dedicados a su lectura, análisis y clasificación había empezado a vislumbrar. Un paso más allá que decididamente pretendía innovar en el sector jurídico, ya que no íbamos a desarrollar productos o servicios clásicos. Se apostaba por líneas de trabajo tanto en el corto, medio y largo plazo, desde iniciativas que quizá no dejaban de ser un replanteamiento más o menos ingenioso de algo ya existente, a proyectos a años vista con el objetivo claro de hacer realidad el mitificado «Big Data jurídico».

Obviamente, cuando uno tiene en mente ejecutar un proyecto de este estilo desde del sector jurídico y en Mallorca, tiene unas opciones algo limitadas. En cualquier caso, lo primero que tuve claro es que debía descartar los extremos y apostar por la mitad («In medio virtus», que decía Aristóteles). Los extremos en este caso eran: a) los despachos de abogados más abundantes, los pequeños unipersonales o poco más, a los que por lógica el día a día ya les consume la gran mayoría de su tiempo como para además liarse la manta a la cabeza con este tipo de iniciativas; b) los despachos de abogados muy grandes, la casi franquicias, que seguramente de forma interna ya tendrán sus líneas de trabajo en innovación o en todo caso subcontratarán los productos resultantes de otras, y que por simple lógica no van a aceptar el proyecto de un externo.

Descartados los pequeños y los grandes, nos quedan los medianos, que probablemente dispongan de la capacidad económica y tiempo para apostar por este tipo de proyectos, pero sin la rigidez y burocracia propia de uno más grande. ¿Hay alguno disponible? Sí ¿Tiene además pinta de ser diferente a un clásico despacho? Sí. Adelante pues, pensé.

Comenzaba así esta aventura empresarial para crear algo atractivo en el sector legal.

He aquí el primer error de esta aventura. Mira que me sabía la teoría e hice las charlas previas de rigor, e incluso con cierta profundidad, pero caí en el clásico de «Las apariencias engañan». Es decir, el despacho de abogados mediano atípico, en el fondo no era tan atípico. ¿Es esto algo propio del sector jurídico? Para nada. Pero sí tengo ahora la sensación (espero que errónea) que es difícil encontrar a alguien en la abogacía actual que quiera y pueda apostar de verdad por proyectos legales innovadores, no consistentes en «Vamos a usar Dropbox».

Segundo error y lección de esta historia. El abogado clásico, incluso el abierto a ideas diferentes y con espíritu de «inversor», al final del día es un profesional liberal y sigue pensando como tal. Lo que me parece perfectamente lógico. Pero quizá no sea la mentalidad adecuada cuando pretendes desarrollar proyectos distintos a medio y largo plazo, y tu visión sigue siendo la de obtener beneficio en el corto o muy corto plazo. No es muy realista para este tipo de desarrollos.

Tercera lección del día, la edad y el conocimiento del medio. Diría que la mayoría de profesionales del derecho con capacidad económica y de decisión como para poner hoy en día en marcha proyectos innovadores en el ámbito legal, tienen una media de edad alta. Es natural, pero creo que genera un inconveniente reseñable, que por ejemplo es muy evidente en congresos enfocados al futuro de la abogacía. En ellos es habitual que los menores de 30 años estén ausentes casi por completo, mientras que los mayores de 50 o incluso de 60, tengan gran presencia. Hablar del futuro de la abogacía y de su cambio sin contar con los más jóvenes, no me parece lógico.

En todo caso, es innegable que la experiencia siempre es un plus. Pero cuando pretendes hacer algo ligeramente diferente en un sector ya de por sí rígido, y en el que además dependes de mentalidades algo clásicas, definitivamente se hace más difícil innovar.

Además, creo que la diferencia generacional favorece un desequilibrio en cuanto al nivel de conocimiento, normalmente. Es decir, quizá el proyecto que se pretende desarrollar juega con conceptos nuevos que el «abogado inversor» no comprende del todo (en cuanto a sus implicaciones o la complejidad de su ejecución) y que el «abogado ejecutante» da erróneamente por entendidos. Eso al final genera problemas de entendimiento que obviamente no favorecen el proyecto.

Finalmente, cuarta lección, aunque quizá sea más una reflexión en voz alta. Tengo la sensación que buena parte de la abogacía todavía realiza un trabajo muy «artesanal», en el buen sentido. Es decir, la calidad técnica es alta y se proporcionan soluciones de gran nivel, pero no se ven acompañadas de una mínima estructura, organización o incluso procedimientos que faciliten la puesta en marcha y desarrollo de este tipo de proyectos desde dentro del sector. Pero ya digo, quizá sea simplemente una sensación.

Resumiendo, llevar «Términos y Condiciones» a un siguiente paso (tal y como se planteó) fracasó por un primer problema de falsas apariencias, una visión irreal del tiempo de ejecución y un problema de entendimiento en el que al final se hablaban idiomas distintos. Bueno, cosas que pasan.

Para nada arrepentido, sí bastante decepcionado. Aún así creo que la experiencia habrá merecido la pena, y ha tenido aspectos francamente positivos. ¿Es recuperable la visión original? No creo que se pueda hacer a la escala de hace casi seis meses, pero pieza a pieza y a menor velocidad, sí veo factible recuperar parte de ella. Stay tuned! ;D

Por tanto, y para acabar, ¿es posible innovar en el sector jurídico? Por supuesto, hay buenos ejemplos locales en Formal Docs, Lexip o LexHow. Sí veo difícil hacerlo desde dentro del propio sector. No creo que tenga hoy por hoy los mimbres para ello. Lo hará seguramente a nivel de grandes despachos, que comercializarán seguramente luego sus soluciones a medianos y pequeños. Pero no veo ahora mismo un despacho de abogados mediano-grande lanzando una línea de «I+D+i Legal».

Los cambios diferentes y atípicos tengo la sensación que vendrán desde fuera del sector en gran parte, incluso por perfiles que seguramente no tengan un bagaje jurídico inmenso. Ahí sí creo que están surgiendo más iniciativas interesantes, como sería el caso de Legálitas LAB. Estaremos atentos a los desarrollos en uno y otro bando.

En cualquier caso, fue divertido mientras duró, esto sigue y hay mucho por hacer. Go! 😀

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